Lo saben prácticamente todo de ti.
Antes incluso de que saltes de la cama para apagar el despertador de tu celular, un montón de organizaciones ya saben a qué hora te vas a levantar, dónde has dormido e incluso con quién.
Y cuando te despiertes y agarres el teléfono móvil, aún conocerán muchos más detalles privados tuyos: por la música que pongas, deducirán por ejemplo tu estado de ánimo.
Hasta encender la lavadora o prepararse un café puede revelar información personal.
Tus gustos, tus aficiones, tus hábitos, tus relaciones, tus miedos, tus asuntos médicos….
Prácticamente todo lo que hacemos es espiado y controlado por compañías que, luego, comparten toda esa información personal entre ellas y con numerosos gobiernos.
No sólo se trata de que vendan tus datos personales, sino del inmenso poder que eso les da para poder influir en ti.
De todo eso trata “Privacy Is Power” (La privacidad es poder), el libro que acaba de publicar la filósofa mexicano-española Carissa Véliz, profesora en la Universidad de Oxford, concretamente en el nuevo Instituto de Ética e Inteligencia Artificial.
Allí llegó después de estudiar Filosofía en la Universidad de Salamanca y en la Universidad de Toronto, de hacer el máster en Nueva York y el doctorado en Oxford.
Nacida en México en el seno de una familia española que tuvo que salir de España después de la guerra civil y que encontró refugio en ese país, Véliz empezó a interesarse por la privacidad cuando se puso a investigar la historia de sus familiares en archivos en España.
“Me hizo preguntarme si tenía derecho a saber aquello que mis abuelos no me habían contado sobre la guerra civil española”, explica.
Hoy es experta en privacidad y en el inmenso poder que nuestros datos personales otorgan a compañías y a gobiernos.
¿Por qué es importante la privacidad?
La privacidad es importante porque la falta de ésta le da poder a otros sobre nosotros.
Cuando otras personas saben demasiado sobre nosotros pueden interferir en nuestras vidas.
La privacidad nos protege de los abusos de poder.
Por ejemplo, nos protege contra la discriminación injusta.
Si tu jefe no sabe qué religión profesas, no puede discriminar en tu contra.
La privacidad es como la venda que cubre los ojos de la justicia para que el sistema nos trate con igualdad e imparcialidad.
Ahora mismo no estamos siendo tratados como a iguales: no vemos el mismo contenido online, no nos ofrecen las mismas oportunidades, a menudo no pagamos el mismo precio por los mismos productos.
Si se nos trata de acuerdo a nuestros datos (si somos mujeres u hombres, flacos o gordos, ricos o pobres) no se nos trata como a ciudadanos iguales.
La privacidad es poder.
Si damos nuestros datos a las empresas, que no nos sorprenda que los ricos sean los que escriben las reglas de nuestra sociedad.
Si damos demasiados datos a los gobiernos, que no nos sorprenda que nos controlen.
Para que la democracia sea fuerte, la ciudadanía tiene que tener el control de los datos. Por eso la privacidad es una preocupación política y no solo individual.
¿Qué datos se recaban de nosotros a través de los dispositivos electrónicos? ¿Puede darnos algunos ejemplos?
Todo lo que te puedas imaginar, y un poco más.
Quiénes son tus amigos y tu familia, dónde vives, dónde trabajas, con quién duermes, si estás siéndole infiel a tu pareja, tu orientación sexual, tus opiniones políticas, qué coche tienes, cuánto dinero ganas.
También cuánto gastas, si tienes deudas, si has sido la víctima o el autor de un crimen, qué comes, cuánto bebes, si fumas, qué compras, si tienes alguna enfermedad, qué te preocupa, a qué hora te vas a dormir y a qué hora de despiertas, cómo conduces, qué buscas por internet, qué atrapa tu atención, cuál es tu estado de ánimo.
Tu coche, por ejemplo, si es ‘smart’, está atento a qué música te gusta y tu asiento incluso está midiendo tu peso.
¿Y qué uso se hace de esos datos y por parte de quién?
Toda esa información se vende al mejor postor.
Los corredores de datos (data brokers) compilan un dosier sobre todos los usuarios de internet y los venden.
¿Quién los compra?
Empresas de marketing, aseguradoras, bancos, posibles empleadores, incluso gobiernos, y en algunos casos, criminales que quieren robarte la identidad.
¿Qué daño puede ocasionar que se sepan algunos de nuestros datos personales?
Los daños pueden ser tanto individuales (que alguien te robe el número de tu tarjeta de crédito y compre algo con ella, o que alguien te robe la identidad y vaya cometiendo crímenes en tu nombre), hasta daños colectivos (que hackeen nuestra democracia, como lo intentó Cambridge Analytica, mandando propaganda personalizada, incentivando a algunas personas a votar y desincentivando a otras, o mandado fake news para confundir a la población y generar desconfianza)
En casos extremos, la falta de privacidad mata: desde suicidios como resultado de una humillación pública (como pasó el año pasado en España) hasta regímenes autoritarios que usan los datos personales para perseguir a ciertos colectivos (China usa datos biométricos y personales para perseguir a los Uigures)
Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, los nazis visitaban los registros públicos para buscar a los judíos.
En Francia, en donde el censo no recababa información sobre religión por razones de privacidad, sólo encontraron y mataron al 25% de la población judía.
En Holanda, en donde existían registros muy detallados sobre domicilio y religión, encontraron y asesinaron en torno al 75% de la población judía.
La diferencia es de cientos de miles de personas.
Como en Francia no existía esa información, los nazis habían encargado la tarea de recolectar datos sobre religión a René Carmille, Contralor General del Ejército Francés.