NACIONES UNIDAS (AP) — El coronavirus que ha cobrado cerca de un millón de vidas en todo el mundo puso en evidencia el fracaso de Naciones Unidas en su intento por unir a los países para combatirlo. Esto ha generado nuevos exhortos a reformar el organismo mundial a fin de que pueda superar desafíos muy distintos —y desafiantes— que los que enfrentaba al momento de ser creado.
Tal como lo dijo la semana pasada el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, “la pandemia es una clara prueba a la cooperación internacional, una prueba que básicamente hemos reprobado”. Existe una “desconexión entre el liderazgo y el poder”, subrayó, al advertir que en el mundo interconectado del siglo XXI, “la solidaridad es el egoísmo” y “si no somos capaces de enfrentar este hecho, todos pierden”.
La primera reunión virtual en la historia entre líderes mundiales en la Asamblea General resaltó las crecientes tensiones entre las principales potencias, la inequidad cada vez mayor entre países ricos y pobres y la dificultad de lograr acuerdos de los 193 países miembro de la ONU en temas importantes, por no hablar de reformas.
Nacida de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial con 50 miembros, Naciones Unidas se ha extendido drásticamente desde entonces. Ahora, 75 años después de que sus naciones fundadoras firmaron la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco y se comprometieran “a mantener a futuras generaciones alejadas del flagelo de la guerra”, los conflictos siguen propagándose con furia en un mundo asolado por la inequidad, el hambre y una grave crisis climática.
“Podríamos criticar a Naciones Unidas por esto, ¿pero de quién estamos hablando realmente cuando culpamos a la ONU?”, cuestionó la presidenta suiza Simonetta Sommaruga. “De hecho estamos hablando de nosotros mismos, porque la ONU es sus Estados miembros. Y son los Estados miembros los que con frecuencia bloquean el camino de las acciones de la ONU”.
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