Era el 4 de diciembre de 2020 y Luis Robles Eliazástigui, de 28 años, se plantó con una pancarta improvisada en uno de los paseos peatonales más céntricos de La Habana para pedir la liberación de Denis Solís, un rapero contestatario condenado a ocho meses por “desacato”.
“Libertad. No más represión. #Free_Denis”, decía el pedazo de cartón que el joven movía mientras caminaba en rondas y decenas de personas lo grababan.
Pocos días antes, Cuba había vivido una de las mayores protestas en su historia reciente cuando más de 500 jóvenes se reunieron frente al Ministerio de Cultura en solidaridad con el Movimiento San Isidro (MSI), un grupo de artistas que se opone al gobierno y al que pertenece Solís.
Numerosos integrantes del MSI habían sido desalojados por la fuerza de la sede del grupo el día antes de la protesta, mientras realizaban una huelga de hambre para exigir la liberación de su compañero.