A medida que la temporada de influenza se acerca en el hemisferio norte, algunos estadounidenses, especialmente los padres, están preocupados ante la posibilidad de que sus hijos, o ellos mismos, se enfermen, pues podría ser difícil determinar si tienen influenza o el coronavirus.
Y están en lo correcto. La mayoría de los síntomas de ambas enfermedades son tan similares que, salvo con una prueba —o dos o tres—, no sería posible saber con seguridad de qué se está enfermo. Pero hay algunas claves. (También es posible tener las dos enfermedades al mismo tiempo; este año, en China, algunos pacientes se contagiaron de ambas).
Lo primero: vacúnate contra la influenza
Todavía no está claro si este año Estados Unidos tendrá una verdadera temporada de gripe. La actividad de esa enfermedad en el hemisferio sur, que por lo general es predictiva de la incidencia de la gripe en Estados Unidos, se redujo en un 99 por ciento durante el invierno. Los epidemiólogos creen que esto se debe a que australianos, neozelandeses, surafricanos, chilenos y otros residentes de la parte sur del planeta están usando mascarillas, manteniendo el distanciamiento social y lavándose las manos para evitar la transmisión del coronavirus. Esas mismas precauciones también evitan el contagio de la gripe.
Como hay muy pocos vuelos entre el hemisferio sur y Estados Unidos en estos momentos, es posible que las cuatro cepas habituales de gripe estacional no se “regeneren” entre los estadounidenses. Y, si ocurre, los cubrebocas y el distanciamiento social deberían limitar su propagación.
No obstante, los expertos les recomiendan a todos los estadounidenses que se vacunen contra la influenza. Antes de que se detuviera abruptamente por el confinamiento, la temporada de gripe o influenza del año pasado estaba por convertirse en una de las peores de la historia reciente. El número de niños que murieron se equipara al registrado en la temporada de 2017-18, que fue la peor desde que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades comenzaron a registrar los decesos causados por la temporada de gripe en 1976.
Evaluar la diferencia entre un resfriado común y la gripe o influenza
Hay al menos 100 virus que pueden causar el resfriado común, pero solo cuatro que causan la gripe estacional. Muchas de las personas que contraen un resfriado asumen que tienen influenza, pero los expertos siempre dicen lo mismo acerca de cómo notar la diferencia: “La influenza hace que te sientas como si un camión te hubiera atropellado”. La fiebre, los malestares y dolores de cabeza de un grave caso de influenza son generalmente peores que un caso de virus respiratorio sincitial, rinovirus o cualquiera de los virus comunes del resfriado.
Todo el mundo conoce los síntomas de la gripe: fiebre, dolores de cabeza, malestar en el cuerpo, garganta irritada, goteo nasal, paranasales tapados, tos y estornudos y, en infantes, infecciones en el oído. Algunos pacientes, especialmente los niños, también presentan diarrea y vómitos.
En casos severos, la complicación más común es la neumonía. Las señales típicas de una neumonía causada por influenza son: dificultad para respirar, sobre todo cuando haces algún esfuerzo, y una respiración inusualmente rápida –un síntoma que los médicos suelen buscar en los niños– y, a veces, dolor en el pecho o la espalda.
Identificar el COVID-19 por sus síntomas ‘caprichosos’ y similares a los de la gripe
Saber si se tiene COVID-19 es más complicado porque hay muchos –y a veces bastante descabellados– síntomas, muchos de los cuales se asemejan a los de la influenza.
Los síntomas más comunes son fiebre alta, a veces con escalofríos, tos seca y fatiga.
El síntoma que realmente diferencia a las dos infecciones es que muchas víctimas del COVID-19 pierden repentinamente el sentido del olfato, y no porque tengan una nariz congestionada sino porque no son capaces de percibir incluso olores fuertes como el de las cebollas o el café. No todas las víctimas del virus sufren de anosmia, que es el nombre formal de la pérdida de olfato, pero un estudio reveló que el 87 por ciento sí presenta ese síntoma.
Los síntomas menos comunes son: garganta irritada, congestión, goteo nasal, vómitos, diarrea, dolores estomacales y la sensación de quedarse sin aliento cuando se hace algún esfuerzo. Algunas víctimas tienen enrojecimiento de los ojos o con picazón, y algunos presentan enrojecimiento o ampollas en los dedos de manos y pies –los llamados ‘dedos COVID’– que se asemejan a los sabañones.
Síntomas más peligrosos –lo que significa que se debe buscar atención médica inmediata– incluyen: gran dificultad para respirar; dolor o presión sobre el pecho; labios o rostro azulado; confusión o dificultad para responder preguntas sencillas; y el colapso o pérdida de la consciencia.
Además de la temible naturaleza de la enfermedad está la posibilidad de la formación de coágulos de sangre que pueden generar un daño cardíaco, cerebral o pulmonar. Incluso en algunos casos que parecen leves o asintomáticos puede crear señales de lo que los médicos creen que quizá sea daño cardíaco duradero.
Entender que los síntomas del COVID-19 en niños son similares a los que se presentan en adultos.
Generalmente los niños superan el COVID con pocos problemas; para los más jóvenes, se cree que es menos peligroso que la gripe.
Los niños tienen la misma constelación de síntomas que los adultos, aunque es probable que los padres noten con más facilidad que sus hijos tienen la nariz mocosa, los ojos enrojecidos y el mal humor característico de la fatiga causada por el malestar.
Entre los síntomas peligrosos están la dificultad para respirar, labios azulados, confusión e incapacidad para despertarse, intensos dolores abdominales o la imposibilidad para retener líquidos. Si se presenta alguno de estos síntomas, es importante que el niño reciba atención médica con prontitud.
En casos muy raros, los niños pueden presentar síndrome multisistémico inflamatorio, el cual se cree que es causado por una respuesta hiperactiva del sistema inmunitario y puede causar shock e insuficiencia de órganos.
Pero los doctores insisten en que es raro y que los padres deben entender que es muy difícil que su hijo enfermo lo padezca.